sábado, 26 de enero de 2008

Cuando nacimos, estábamos perfectamente programa­dos. Teníamos una tendencia natural a concentramos en el amor. Nuestra imaginación era creativa y floreciente, y sabíamos usarla. Estábamos conectados con un mundo mucho más rico que el mundo con que ahora nos conec­tamos, un mundo lleno de hechizo y del sentimiento de lo milagroso.

¿Qué nos pasó, entonces? ¿Por qué, cuando llegamos a cierta edad y miramos a nuestro alrededor, el hechizo ha desaparecido?

Porque nos enseñan a concentramos en otras cosas. Nos enseñan a pensar de forma antinatural. Nos ense­ñan una pésima filosofía, una manera de mirar el mundo que está en contradicción con lo que somos.

Nos enseñan a pensar en la competición, la lucha, la enfermedad, los recursos finitos, la limitación, la mal­dad, la culpa, la muerte, la escasez y la pérdida. Y como empezamos a pensar en estas cosas, empezamos a cono­cerlas. Nos enseñaron que sacar buenas notas, ser buenos, tener dinero y hacer todo “como es debido” son cosas más importantes que el amor. Nos enseñaron que estamos separados de los demás, que tenemos que com­petir para salir adelante, que tal como somos no valemos lo suficiente. Nos enseñaron a ver el mundo tal como lo veían «ellos». Es como si inmediatamente después de haber llegado aquí nos hubieran dado una píldora para dormir. El pensamiento del mundo, que no se basa en el amor, empezó a retumbamos en los oídos en el mismo momento en que desembarcamos en esta costa.

El amor es aquello con lo que nacimos. El miedo es lo que hemos aprendido aquí. El viaje espiritual es la renun­cia al miedo y la nueva aceptación del amor en nuestro corazón. El amor es el hecho existencial esencial. Es nuestra realidad última y nuestro propósito sobre la tie­rra. Tener plena conciencia de él, tener la vivencia del amor en nosotros y en los demás, es el sentido de la vida.

El sentido, el significado, no está en las cosas. Está en nosotros. Cuando asignamos valor a cosas que no son amor: Al dinero, al coche, a la casa, al prestigio, damos amor a algo que no nos lo puede devolver, buscamos sig­nificado en lo que no lo tiene. El dinero, en sí mismo, no significa nada. Las cosas materiales, en sí mismas, no sig­nifican nada. No es que sean malas: es que no son nada.

Hemos venido aquí para crear junto con Dios, exten­diendo el amor. Una vida que se pasa pendiente de cual­quier otro propósito no tiene sentido, es contraria a nues­tra naturaleza, y finalmente nos hace sufrir. Es como si hubiéramos estado perdidos en un oscuro universo para­lelo donde se ama más a las cosas que a las personas. So­bre valoramos lo que percibimos con nuestros sentidos físicos y subvaloramos lo que, en realidad, en nuestro corazón, sabemos que es verdad.

Al amor no se lo ve con los ojos ni se lo oye con los idos. Los sentidos físicos no pueden percibido; se lo per­cibe mediante otra clase de visión. Los metafísicos la llaman el Tercer Ojo, los cristianos esotéricos dicen que es misión del Espíritu Santo, y para otros es el Yo Supe­rior. Independientemente del nombre que se le dé, el ir exige una «visión» diferente de aquella a la que estamos acostumbrados, una forma diferente de conocer y pensar. El amor es el conocimiento intuitivo de nuestro corazón. Es un «mundo trascendente» que secreta­mente anhelamos todos. Un antiguo recuerdo de este nos persigue continuamente, pidiéndonos por señas: regresemos.

El amor no es material. Es energía. Es el sentimiento hay en una habitación, en una situación, en una per­sona. El dinero no puede comprado. El contacto sexual no lo garantiza. No tiene absolutamente nada que ver con el mundo físico, pero a pesar de ello, puede expresarse. La experiencia que de él tenemos es la de la bondad, la entrega, el perdón, la compasión, la paz, el júbilo, la aceptación, la negativa a juzgar, la unión y la intimidad.

El miedo es la falta de amor que todos compartimos, nuestros infiernos individuales y colectivos. Es un mundo que sentimos que nos presiona desde dentro y desde fuera dando constantemente falso testimonio de la insensatez­

del amor. El miedo se expresa bajo diferentes formas: cólera, malos tratos, enfermedad, dolor, codi­cia, adicción, egoísmo, obsesión, corrupción, violencia y guerra.

El amor está dentro de nosotros. Es indestructible; como mucho se podrá ocultar. El mundo que conocíamos de niños sigue aún sepultado en nuestra mente. Una vez leí un libro delicioso, The Mists of Avalon. Las nieblas de Avalon son una alusión mítica a las leyendas del rey Ar­turo. Avalon es una isla mágica que permanece oculta tras unas tupidas e impenetrables nieblas. A menos que se desvanezcan, no hay manera de que un barco se abra paso hasta la isla, y sólo se desvanecen cuando uno cree que la isla está allí.

Avalon simboliza un mundo que está más allá del mundo que percibimos con los sentidos físicos. Repre­senta un sentimiento milagroso de las cosas, el ámbito encantado que conocíamos de niños. Nuestro yo infantil es el nivel más profundo de nuestro ser. Es aquel o aque­lla que realmente somos, y lo que es real no desaparece. La verdad no deja de serio simplemente porque no este­mos mirándola. El amor sólo puede quedar oculto tras las nubes o las nieblas mentales.

Avalon es el mundo que conocíamos cuando todavía estábamos conectados con nuestra ternura, nuestra ino­cencia, nuestro espíritu. En realidad es el mismo mundo que vemos ahora, pero configurado por el amor, interpre­tado con ternura, fe y esperanza, y con un sentimiento de admiración y de asombro. Es fácil de recuperar, porque la percepción es una opción. Las nieblas se desvanecen cuando creemos que detrás de ellas está : Avalon.

En eso consiste un milagro: en la desaparición de las nieblas, en un cambio de la percepción, en un retorno al amor.

(Marie Willianson: volver al amor)

2 comentarios:

POPCORN dijo...

Es perfecto, y la manera de expresarlo no puede ser pas explícita y clara. Estoy de acuerdo con la visión de "Avalón" - veremos la isla y se disiparan las nieblas cuando de verdad NOS LO CREAMOS -.
En el cristianismos, Jesús, cuando se aparece a sus discipulos después de la resurrección les dice - "Volver a Galilea" (para entender esto habría que leerse el texto completo), que en definitiva quiere expresar lo mismo "Volver al amor" como único y verdadero camino.
TQ.

HB dijo...

U R Great¡¡